Siempre esperé por este momento. Lo soñé desde niño. Desconozco el porqué, pero los infantes y yo hacemos química instantánea. Disfruto como nadie de sus travesuras y ocurrencias. Ser partícipe de ellas.
Ahora que Jamell Arantxa vio la luz del día, tengo una razón más para dar lo mejor de mí. Ahora que llegó a mi vida me he prometido ser el tío más orgulloso y consentidor que haya existido jamás. Nadie podrá superarme.
Me emplearé a fondo para convertirme en su tío favorito. Es más, ya la amenacé. Le dejé muy claro que si su primera palabra no es tío, los Reyes no le van a dejar conmigo en enero (es broma, por supuesto -jejejeje-).
La alegría que esa beba ha traído a mi vida -y a la de todos aquí en casa- es una cosa que además de inesperada, resulta indescriptible. Las palabras se quedan cortas.
Difícil de creer, pero me atrevería a afirmar que durante el parto de Hilsa (mi hermana) yo estuve igual o más nervioso que ella misma y Elby (su marido). Fotografié todo el proceso previo y posterior a la cesárea. Parecía un papparazzi profesional -pueden ver la prueba en mi ahora «inundado» perfil de Facebook-. Caminaba de un lado a otro por la clínica. De casualidad no me mandaron a sacar confundiéndome con un psicópata. Y es que nunca me hubiera perdonado perderme un solo segundo. Tenía que vivirlo en carne propia.
No me canso de ver sus fotos. Me ha quedado claro que la sangre llama, porque desde que la vi por primera vez «los ojos se me hicieron agua». La emoción se apoderó de mí. Mirarle fijamente me hizo entender que el compromiso que tengo por delante es bastante grande. Y sé que con los días se irá acrecentando aún más. Yo feliz de asumirlo con todas sus implicaciones.
Haré hasta lo imposible por que Jamell Arantxa sea la niña más feliz. Haré lo que sea necesario para que tenga todo lo que desee, para que crezca en el mejor de los ambientes, para que su mundo sea color de rosa. Ténganlo por seguro. Seré la envidia de todo el que me rodee.
Que conste. Lo dije hoy: viernes 30 de mayo de 2008.